Dios Padre: ¿En qué consiste el pacto con Abraham?

Dios Padre: ¿En qué consiste el pacto con Abraham?

La respuesta de Dios a los esfuerzos de Babilonia de engrandecer su nombre fue el llamado a Abram para ser un hombre con un nuevo hombre que llegaría a ser el padre de una nueva nación que Dios haría grande por gracia. Con la aparición de Abram en Génesis 1-11 al tema de Dios llamando a la gente a entrar en pactos en los capítulos 12 al 50.

Dios no habló desde la época de su pacto con Noé hasta que le habló a Abram para iniciar una nueva relación de pacto [nota: Gn 12:1–3.]. Cuando Abram fue llamado por Dios para convertirse en el padre de una nueva nación, en el prototipo de una vida de fe y en uno de los más importantes hombres de la Biblia, él era simplemente otro pecador más viviendo entre las naciones esparcidas. De este modo, Abram fue lo que Noé había sido antes de que Dios lo llamara a pacto. Sabemos muy poco sobre Abram antes de ser llamado por Dios, aparte de su genealogía, su esposa infértil y su hogar temporal en Harán luego de haber nacido en Ur de los caldeos [nota: Gn 11:27–32.]. Ya que Nehemías 9:7 y Hechos 7:2-3 parecen indicar que Dios de hecho llamó a Abram en Ur de los caldeos y que la principal ciudad de los caldeos era Babilonia, Abram pudo incluso haber sido llamado de Babilonia como un babilonio que incluso pudo haber ayudado a construir aquella gran ciudad de Dios juzgó, demostrando la bondad de la gracia de Dios [nota: E.j., Is 13:19; 48:14; Jer 24:5; 25:12; 50:1; Ez 1:3; 12:13; 23:15.]. Es asombroso que Abram fuera aparentemente solo otro pecador más de una familia sin Dios, cuando de forma parecida a la de Noé, él también encontró gracia y favor ante los ojos del Señor [nota: Josué 24:2 nos dice que el padre de Abram «rindió cultos a otros dioses»].

Dios simplemente le dijo a Abram que dejara su patria y a su padre y que viajara a una nueva tierra que Dios le mostraría. Dios luego le prometió a Abram que, aunque su esposa era estéril, sería padre. Se le prometió una gran nación bendecida por Dios que sería de bendición a las naciones de la tierra a través de uno de sus descendientes, o simiente. Esto se refiere a la promesa de la «simiente» original de Génesis 3:15. El sustantivo está en singular, refiriéndose a Jesús. También es colectivo, refiriéndose a Israel, el portador de la promesa [nota: Gn 3:15; Mt 1:1, 17.]. Gálatas 3:16 conecta la promesa de la simiente de Abram con Jesucristo:

Dios ha dado las promesas a Abraham y a su hijo. Y noten que la Escritura no

dice «a sus hijos», como significara muchos descendientes. Más bien, dice «a su

hijo», y eso sin duda se refiere a Cristo.

De esta forma Dios prometió que la nación de Israel vendría a través de Abram y, como María, sería la «matriz» a través de la cual Jesucristo vendría para ser de bendición a todas las naciones. Este hecho es tan significativo que Gálatas 3:8 comenta sobre él diciendo: «Es más, las Escrituras previeron este tiempo en el que Dios declararía justos a los gentiles por causa de su fe. Dios anunció esa Buena Noticia a Abram hace tiempo, cuando le dijo: “Todas las naciones serán bendecidas por medio de ti”». A Abram también se le dijo que sus descendientes recibirían la Tierra Prometida si él rompía radicalmente con su pasado y dejaba su hogar en fe [nota: Gn 12:7–8; 13:18] .

Por fe Abram creyó y obedeció a Dios, haciendo lo que Dios le ordenaba a la edad de setenta y cinco años. Él tomó a su esposa, Saraí, a la gente de su casa y a su sobrino Lot, quien luego se convierte en una figura problemática en la historia. Nuevamente Dios se le apareció a Abram, quien respondió adorando a Dios en fe construyéndole un altar, algo que hace a lo largo del libro después de encontrarse con Dios [nota: Gn 13:18; 22:9.].

El punto central del relato de Abram se descubre cuando contrastamos a Abram con Babilonia en la historia que precedió a su llamado, la torre de Babel. Los babilonios buscaban ser una gran nación y un pueblo bendecido, grande en nombre, protegido de sus enemigos y el centro de los asuntos del mundo [nota: Gn 11:1–9.]. Sin embargo, ellos perseguían sus objetivos lejos de la fe y lejos de Dios. Así que Dios llamó a uno de ellos, Abram, a un pacto consigo mismo y prometió darle a Abram, de su provisión de gracia, todo lo que los babilonios habían buscado. Por lo tanto, Dios nos muestra que nuestra esperanza no puede apoyarse en el esfuerzo de pecadores por salvarse y bendecirse a sí mismos. Más bien, nuestra sola esperanza se encuentra al entrar en una relación de pacto con Dios por fe.

Aunque Dios le prometió a Abram un hijo a través de su esposa y una nación en la Tierra Prometida, Abram esencialmente regaló ambos [nota: Gn 12:10–13:18]. Afortunadamente, Dios sí intervino y, al infligir enfermedades al faraón y a los de su casa y al hacer que Lot eligiera otra tierra distinta de la Tierra Prometida, Dios cumplió con sus promesas a pesar de su siervo. El punto teológico central de estos relatos parece ser que a pesar de que los siervos de Dios son imperfectos, es la soberana protección del pacto de Dios la que los salva de sí mismos y hace que sus promesas de pacto se hagan realidad.

Génesis comienza con Dios hablando y preparando a la creación para la humanidad por el poder de su Palabra. A lo largo del Génesis Dios hasta entonces ha hablado con Adán, Noé y Abram. En Génesis 15:1 Dios habla de nuevo con Abram en una visión. Poéticamente Dios le promete a Abram ser su protector y su proveedor. Dios promete que, aunque Abram estaba sin hijo y su esposa, Saraí, era estéril, tendrían un hijo y que, a través de ese hijo, nacería una nación. Génesis 15:6 registra la respuesta de Abram a la palabra de Dios y se encuentra entre los versículos más importantes de la Biblia, diciendo «Y Abram creyó al Señor, y el Señor lo consideró justo debido a su fe».

Génesis 15:6 nos cuenta que Abram se atrevió a creer la poco probable promesa de Dios de tener un hijo a su avanzada edad. Esta es la clase de confianza total que recibe la promesa de Dios. Se convierte en un versículo que es central en la doctrina de la fe en el Nuevo Testamento en general y en la doctrina de la justificación por fe de Pablo en particular [nota: Rm 4:3; Gl. 3:6.]. Adicionalmente, Santiago, el medio hermano de Jesús, cita Génesis 15:6 para enseñar que la verdadera fe en Dios resulta en buenas obras en la vida con Dios [nota: St 2:23–24.].

El pacto de Dios con Abram fue confirmado con un sacrificio de sangre. Este apunta al nuevo pacto de salvación, que fue confirmado por la sangre de Jesucristo en la cruz.

El pacto de Dios con Abram, aunque sus descendientes heredarían la Tierra Prometida, no sería durante su vida sino luego de un futuro exilio de cuatrocientos años en Egipto, registrado en el Éxodo. Luego Dios marcó las fronteras de la Tierra Prometida, y los límites de aquella también coincidían con los del jardín del Edén [nota: Gn 2:10–14.].

A través de los tratos de Dios con Noé y Abram, hemos sido testigos de un patrón en el que Dios les habla, los llama a pacto, los establece como cabeza de una nueva humanidad, promete bendecirlos e invita a todo el mundo a responderle a él en fe. Luego vemos a cada uno de ellos trastabillar en la fe y pecar contra el Señor a pesar de su paciente bondad hacia ellos.

En Génesis 16 vemos este patrón repetido en otra mini Caída. Luego del establecimiento del pacto con Dios en Génesis 15, Abram buscó tomar las cosas en sus propias manos teniendo un hijo con su sirvienta egipcia y segunda esposa, Agar. La intriga sin fe fue tramada por Saraí, la esposa de Abram, quien, como su primera madre, Eva, no confió en las sencillas palabras de Dios y temió que Dios no cumpliera su promesa para con ella [nota: Gn 16:2.]. Sus acciones probablemente fueron motivadas, al menos en parte, por el hecho que habían estado esperando por más de diez años a que Dios les diera el hijo que les había prometido y Abram tenía ya ochenta y seis años, su esposa setenta y seis, y ella era estéril.

Siguiendo el pacto de Dios con Abram en Génesis 15 y el pecado sexual de Abram con Agar en Génesis 16, Dios instituye la circuncisión como señal del pacto abrahámico en Génesis 17. La circuncisión se realizó con un cuchillo afilado o piedra. La circuncisión comenzó en Génesis 17 con Abram, quien tenia noventa y nueve años de edad, como señal de su pacto con Dios, así como el arco iris fue la señal del pacto de Dios con Noé. Dios le habló a Abram y él respondió a los mandatos de Dios en fe, cayendo sobre su rostro para adorar a Dios. Luego Dios cambió su nombre de Abram, que significa «padre exaltado», a Abraham, que significa «padre de una multitud», ya que el tiempo de Dios para cumplir la promesa del hijo a Abram estaba muy cercano. Dios también amplió su pacto con Abraham para incluir a sus descendientes.

Dios luego le dijo a Abraham que el nombre de su esposa sería cambiado de Saraí a Sara, que significa «princesa». Dios también prometió que a través de Sara la princesa, vendrían reyes que efectuarían el cumplimiento final: el nacimiento de Jesucristo, quien es el Rey de reyes prometido a Judá, el bisnieto de Sara [nota: Gn 49:10.].

Cuando Dios reafirmó su promesa de Génesis 15 de que le daría a Abraham un hijo a través de Sara, él se rio de Dios desconfiado que él y Sara pudieran concebir como Dios lo había prometido [nota: Gn 17:17–18.]. En lugar de rendirse con Abraham, Dios en su gracia repitió su promesa una vez más, e incluso instruyó a Abraham para llamarlo Isaac, que significa «risa», ya que Dios reiría al último.

Abraham obedeció inmediatamente a Dios, tal como Moisés deja en claro escribiendo que lo hizo «ese mismo día» [nota: Gn 17:22–27.]. Abraham fue circuncidado a la edad de noventa y nueve años, junto con cada miembro de su casa tal como Dios lo había ordenado. Lo hizo porque Dios prometió que cualquier varón que no fuera circuncidado sería cortado por completo por Dios. Desde aquella ocasión los judíos han circuncido a sus hijos varones al octavo día, ya que ese fue el día elegido para su padre Isaac [nota: Gn 17:12; Flp 3:4-5.].

La Escritura amplía el concepto de la circuncisión de cortar el prepucio a cortar el pecado del corazón [nota: Dt. 10:16; 30:6; Jr. 4:4; Ez. 44:7–9; Rm. 2:25–29; Col. 2:11.]. Los descendientes de Abraham se extienden de hijos por nacimiento natural para incluir a aquellos que son descendientes por el nuevo nacimiento. Aquellos con corazones circuncidados por el Espíritu Santo son verdaderamente descendientes de Abraham ya que, como él, viven en una relación de pacto con Dios por su fe en Jesucristo [nota: Rm 4; Gl. 3:6–8.].

Génesis 21 termina con el sereno retrato de que la vida de Abraham por fin está completa bajo la bendición del pacto perfecto de Dios. A pesar de casi perder a su esposa en dos ocasiones, Abraham todavía tiene a Sara, y a pesar de esperar durante veinticinco años, Abraham finalmente tiene a su hijo Isaac, porque Dios es fiel.

Un tiempo después, probablemente cuando Isaac era un joven, Moisés relata que Dios probó a Abraham. Tal vez el punto de esta prueba no era para ver si Abraham tenía fe, sino más bien para demostrar la profundidad de su fe delante de su hijo Isaac, para que él también aprendiera a caminar por fe como su padre lo había hecho.

Haciendo eco del llamado inicial de Dios a Abraham en Génesis 12, Dios ordena a Abraham a «ir» y sacrificar a su hijo Isaac en holocausto [nota: Gn 22:1–2.]. Esto hubiera requerido que Abraham degollara a su hijo, lo desmembrara y quemara su cuerpo. Obedientemente Abraham se levantó temprano al día siguiente y, sin duda alguna, partió con su hijo a ejecutar lo que el Señor le había ordenado. La Biblia no tiene palabras adecuadas para descubrir la agonía de Abraham.

No obstante, justo antes de que Abraham matara a su hijo, con el cuchillo en el aire sobre él, el ángel del Señor (probablemente Jesús) llamó a Abraham del cielo y le ordenó no lastimar a su hijo. Luego Dios proveyó un carnero a ser sacrificado. Abraham, y Moisés, escribiendo setecientos años después, reconocieron esta futura provisión mesiánica prefigurada por Dios en la misma montaña, el monte Moría, también conocido como el monto Sion [nota: Gn 22:2, 14; 2 Cr 3:1.].

Las comparaciones entre este relato y la muerte de Jesús son muchas. Para ayudarle a verlas más claramente, las hemos listado:

  • Isaac y Jesús fueron ambos hijos de una promesa hecha muchos años antes de su nacimiento
  • Isaac y Jesús nacieron ambos de mujeres que no hubieran podido concebir sin un milagro
  • Isaac y Jesús eran ambos primogénitos
  • Isaac y Jesús fueron ambos amados grandemente por su padre/Padre
  • Isaac y Jesús fueron a la cima del monte Moría/monte Sion
  • Isaac cargó con la leña de su propio sacrificio, al igual que Jesús cargó la cruz de madera de su crucifixión
  • Isaac y Jesús cada uno dio su vida por su padre/Padre por su propia voluntad
  • Tanto el padre de Isaac como el Padre de Jesús sintieron ambos la agonía de matar un hijo inocente
  • Isaac regresó de entre los muertos de forma figurada mientras que Jesús regresó literalmente de entre los muertos
  • Isaac nos muestra Jesús, el Hijo, y Abraham al Padre en este retrato profético de su agonía mutual mientras que trabajan juntos para proveer redención para todas las personas en la misma área 2.000 años después

Luego de haber caminado con Dios por muchos años y de ver a Dios proveer en situaciones muy difíciles, Abraham aparentemente aprendió a confiar en Dios pasara lo que pasara. Este hecho revela que aquellos que están en pacto con Dios pueden madurar y crecer en la fe. La fe de Abraham en Dios era tan firma que él creía que incluso aunque matara al hijo que Dios le había dado a través de un milagro, Dios se lo devolvería por medio de otro milagro [nota: Heb 11:17–19.]. Después de todo, Abraham también había perdido a su esposa en dos ocasiones solo para ver cómo Dios se la devolvía. Abraham creía que Dios haría lo mismo con Isaac porque Dios siempre cumple con sus promesas de pacto.

Por último, la promesa de Jesucristo es que él vendría como la simiente de Abraham y la bendición a todas las naciones de la tierra. Apocalipsis 7:9-10 revela el cumplimiento de este aspecto del pacto abrahámico al final de los siglos, alrededor del trono de Jesús:

Después de esto vi una enorme multitud de todo pueblo y toda nación, tribu y

lengua, que era tan numerosa que nadie podía contarla. Estaban de pie delante

del trono y delante del Cordero. Vestían túnicas blancas y tenían en sus manos

ramas de palmeras. Y gritaban con gran estruendo: «¡La salvación viene de

nuestro Dios que está sentado en el trono y del Cordero!».

Resumen del pacto con Abraham

Mediador humano Abraham
Bendiciones del pacto Un hijo por lo que vendría Jesucristo el Hijo
Condiciones del pacto Obediencia al Dios virtuoso y justo
Señales Interno: la fe, Externo: la circuncisión
La comunidad del pacto Una familia y una nación que proviene de esa familia