Resurrection: ¿Cuáles son las pruebas bíblicas de la resurrección de Jesús?
Las pruebas bíblicas de la resurrección de Jesús son contundentes y pueden resumirse en diez puntos. Todos ellos son congruentes entre sí y en conjunto revelan que la Biblia es enfática y repetidamente clara sobre el hecho de la resurrección de Jesús.
- La resurrección de Jesús fue profetizada por adelantado. Aproximadamente setecientos años antes del nacimiento de Jesús, el profeta Isaías prometió que el Mesías nacería en circunstancias humildes, viviría una vida sencilla, moriría brutalmente y resucitaría para quitarnos el pecado (Is 53:8-12).
- Jesús predijo su resurrección. En numerosas ocasiones, Jesús prometió claramente que moriría y resucitaría tres días después (Mt 12:38–40; Mc 8:31; 9:31; 10:33–34; Jn 2:18–22).
- Jesús murió. Antes de morir, Jesús sufrió una noche de vigilancia, de juicios y golpizas que lo dejaron exhausto. Luego fue flagelado, un castigo tan brutal que muchos hombres fallecían antes de llegar siquiera a la crucifixión. Jesús fue crucificado y un verdugo profesional lo declaró muerto. Para asegurarse, el verdugo le traspasó el costado con una lanza, reventando el saco de su corazón, de donde salió una mezcla de sangre y de agua (Jn 19:34–35). El cadáver de Jesús fue envuelto en más de cuarenta y cinco kilos de sábanas y especias, las cuales lo habrían asfixiado si de alguna manera hubiera logrado sobrevivir a las golpizas, los azotes, la crucifixión y la perforación de su corazón. Aunque hubiera sobrevivido de alguna manera a todo esto (lo que ya de por sí sería un milagro), no habría podido soportar tres días sin alimentos, agua o atención médica en una tumba vacía excavada en la piedra. En resumen, Jesús murió.
- Jesús fue sepultado en una tumba fácil de encontrar. Unos setecientos años antes del nacimiento de Jesús, Dios prometió a través de Isaías que Jesús sería «puesto en la tumba de un hombre rico» (Is 53:9). Esta imagen resultaba increíblemente improbable, pues Jesús fue muy pobre y no podría haber costeado un entierro costoso. Sin embargo, tras la muerte de Jesús un hombre rico y bien conocido llamado José de Arimatea donó su costosa tumba para enterrarlo (Mt 27:57-60). Como resultado, fue fácil confirmar el lugar de su sepultura. Tanto José, el donador de la tumba, como los líderes gubernamentales y los soldados a quienes pusieron de guardia, además de todos los discípulos y mujeres que visitaron la tumba y la encontraron vacía, supieron el lugar exacto donde fue enterrado el cuerpo de Jesús. Si Jesús no hubiera resucitado verdaderamente, habría sido muy fácil demostrarlo abriendo la tumba y presentando el cadáver como prueba.
- Jesús apareció físicamente vivo, no solo en espíritu, tres días después de su muerte. Tras la resurrección de Jesús mucha gente tocó su cuerpo físico: sus discípulos abrazaron sus pies (Mt 28:9), María lo abrazó (Jn 20:17) y Tomás el incrédulo puso su mano en el orificio dejado por la lanza en su costado (Jn 20:20-28). Luego de resucitar, Jesús también se apareció a sus discípulos, pero ellos no estaban seguros de si había resucitado verdaderamente en forma física. Con todo, Jesús fue enfático acerca de su resurrección corpórea e hizo todo lo posible para demostrarla:
De pronto Jesús mismo apareció de pie en medio de ellos. «La paz sea con ustedes», les dijo. Pero todos quedaron asustados y temerosos; ¡pensaban que veían un fantasma! «¿Por qué están asustados? –les preguntó—. ¿Por qué tienen el corazón lleno de dudas? Miren mis manos. Miren mis pies. Pueden ver que de veras soy yo. Tóquenme y asegúrense de que no soy un fantasma, pues los fantasmas no tienen cuerpo, como ven que yo tengo». Mientras hablaba, él les mostró sus manos y sus pies. Aun así, ellos seguían sin creer, llenos de alegría y asombro. Entonces les preguntó: «¿Tiene aquí algo para comer?». Le dieron un pedazo de pescado asado, y él lo comió mientras ellos miraban (Lc 24:36-43).
Además, Jesús se apareció físicamente vivo durante el transcurso de cuarenta días (Hch 1:3) a multitudes de hasta quinientas personas a la vez (1 Cor. 15:6). También es importante hacer nota que no existe ninguna prueba histórica creíble de ese período para validar cualquier otra explicación de la resurrección de Jesús, más que su literal resurrección corpórea (1).
- El cuerpo resucitado de Jesús era el mismo que el que tenía antes de la resurrección. Sus discípulos lo reconocieron como la misma persona que había sido crucificada (Lc 24:31; cf. Jn 21:7,12), y María Magdalena lo reconoció por el sonido de su voz (Jn 20:16). Aunque el cuerpo resucitado de Jesús era el mismo, estaba transformado. Eso explica por qué no se le reconocía inmediatamente después de su resurrección (Jn 20:14, 15; 21:4; Lc 24:15-16), y por qué parecía aparecer y reaparecer misteriosamente (Jn 20:19; Lc 24:31,36). Como James Orr hizo notar, «[en] las narraciones […] se implica que había algo extraño—algo poco común o misterioso—en su aspecto, lo que hacía difícil reconocerlo inmediatamente […] y los tenía atónitos» (2). Pablo explica este fenómeno en el tratamiento más extenso que se hace en toda la Escritura acerca de la naturaleza de un cuerpo resucitado (1Co 15): «Son enterrados como cuerpos humanos naturales, pero serán resucitados como cuerpos espirituales. Pues, así como hay cuerpos naturales, también hay cuerpos espirituales» (1 Cor 15:44). Este «cuerpo espiritual» se refiere a un cuerpo resucitado que ha sido perfeccionado hasta alcanzar su estado glorioso mediante el poder del Espíritu Santo.
- La resurrección de Jesús fue registrada en las Escrituras poco después de haber ocurrido. El relato del Evangelio de Marcos acerca de los días previos a la crucifixión de Jesús menciona al sumo sacerdote sin nombrarlo (Mc 14:53, 54, 60, 61, 63). Se puede inferir lógicamente que Marcos no mencionó el nombre del sumo sacerdote porque esperaba que los lectores supieran de quién estaba hablando. Debido a que Caifás fue sumo sacerdote del año 18 al 37 d.C., la fecha más tardía posible para esta tradición es el año 37 d.C (3). Esta fecha es tan cercana a la muerte de Jesús que no habría dado tiempo suficiente para la aparición de una «leyenda» sobre su resurrección. Esto prueba que el registro bíblico de la resurrección de Jesús no es una leyenda mítica creada mucho después de su época. De hecho, John Rodgers, exdecano de la Trinity Episcopal School for Ministry, dice: «Este es el tipo de datos que hace babear a los historiadores que estudian la antigüedad» (4).
- La resurrección de Jesús se celebraba en los primeros credos de la iglesia. En 1 Corintios 15:3-4, Pablo dice: «Cristo murió por nuestros pecados tal como dicen las Escrituras. Fue enterrado y al tercer día fue levantado de los muertos, tal como dicen las Escrituras». Esta declaración es aceptada por muchos como el credo más antiguo de la iglesia, el cual comenzó a circular ya en 30-36 d.C., poco después de la resurrección de Jesús. Dada la antigüedad de este credo, no hubo suficiente tiempo a partir de la crucifixión para que se desarrollara ninguna leyenda sobre la resurrección de Jesús. Además, los testigos mencionados estaban vivos aún, y disponibles para ser interrogados acerca de los hechos que enmarcaron la resurrección. La antigüedad de este credo prueba también que la iglesia no corrompió la verdad sobre Jesús con fábulas y folclor. Por el contrario, la iglesia primitiva no hizo más que colgarse de los claros e incuestionables hechos sobre la muerte, sepultura y resurrección de Jesús.
- La resurrección de Jesús convenció a su familia de adorarlo como Dios. Santiago, el medio hermano de Jesús, se oponía inicialmente a las afirmaciones de la deidad de su hermano (Jn 7:5). Sin embargo, experimentó una transformación cuando lo vio resucitado (1 Cor 15:7). Después de eso Santiago se hizo pastor de la iglesia de Jerusalén y escribió la epístola neotestamentaria que lleva su nombre .(St 1:1). También participó activamente en la formación de la iglesia primitiva, la cual sufría y moría por proclamar a todos que Jesús es el único Dios verdadero (Hch 12:17; 15:12–21; 21:18; Gal 2:9). Además, María la madre de Jesús formó parte de la iglesia primitiva que oraba y adoraba a su hijo como Dios (Hch 1:14), lo mismo que Judas, el otro hermano de Jesús quien escribió un libro del Nuevo Testamento con su nombre (Hch 1:14; Jd 1). Si bien no es imposible imaginar a Jesús convenciendo a algunas personas de que él era Dios aunque no lo fuera, es imposible concebirlo convenciendo a su propia madre y hermanos a sufrir persecuciones en esta vida y los tormentos del infierno en la vida eterna por adorarlo a él como el único Dios verdadero, a menos que realmente lo fuera.
- La resurrección de Jesús fue confirmada por sus peores enemigos, como Pablo. Pablo era un devoto judío fariseo que acostumbraba a perseguir y a matar a cristianos (Flp 3:4–6; Hch 7:54–60). Después de un encuentro con Jesús resucitado, experimentó una conversión y se volvió uno de los más dinámicos defensores y promotores de la iglesia (Hch 9). Si Jesús no hubiera resucitado realmente, sería absurdo pensar que Pablo quisiera adorarlo como Dios, especialmente porque Pablo creía acertadamente que la adoración a un dios falso podía enviarlo a las llamas eternas del infierno. En pocas palabras, Pablo odiaba a Jesús y nunca habría pensado en cambiar su práctica religiosa a menos que Jesús hubiera resucitado para demostrarle que estaba equivocado. Además, en casi todas sus cartas conservadas para nosotros en el Nuevo Testamento, Pablo insistió en decir que Jesús había resucitado.
Notas:
- Ver Craig, «Did Jesus Rise from the Dead?»
- James Orr, The Resurrection of Jesus [La resurrección de Jesús] (Londres: Hodder & Stoughton, 1908), 198.
- P. Moreland, Scaling the Secular City [Escalar la cuidad secular] (Grand Rapids, MI: Baker, 1987), 172.
- Citado en Richard N. Ostling, «Who Was Jesus? [¿Quién era Jesús?]» Time, 15 de agosto, 1988, 41.