Resurrection: ¿Cómo veían la vida después de la muerte los no cristianos de la antigüedad?

Resurrection: ¿Cómo veían la vida después de la muerte los no cristianos de la antigüedad?

Es muy común para algunas personas suponer que toda la idea de la resurrección corpórea no fue una novedad, sino que fue tomada de otras filosofías y religiones antiguas. Wright ha realizado un estudio esmeradamente exhaustivo y revolucionario sobre las creencias antiguas referentes en la resurrección que es increíblemente útil. La mayoría de los libros sobre la resurrección de Jesús parte del estudio de los relatos evangélicos, y desde esa posición estratégica analizan las fuentes pertinentes, paganas y judías, de la antigüedad. Wright adopta un enfoque completamente opuesto. Empieza con el estudio de la resurrección (o mejor dicho, la falta de ella) en el paganismo y luego va reduciendo cada vez más el campo de estudio de su investigación hasta concluir con un análisis de lo registrado por los autores de los Evangelios canónicos. Wright concluye: «En la medida en que el mundo antiguo no judío tenía una Biblia, su Antiguo Testamento era Homero. Y en la medida en que Homero tiene algo que decir acerca de la resurrección, él es bastante categórico: no se da» (1).

La idea de la resurrección se niega en el paganismo antiguo desde Homero hasta el dramaturgo ateniense Esquilo, quien escribió: «Una vez que un hombre ha muerto y el polvo ha absorbido su sangre, no hay resurrección» (2). Wright hace un resumen muy útil: «El cristianismo nació en un mundo en el cual se sabía que su afirmación fundamental era falsa. Muchos creían que los muertos eran no existentes; fuera del judaísmo nadie creía en la resurrección» (3).

Uno de los escritores más influyentes de la antigüedad fue Platón. Wright resume los puntos de vista de Platón sobre el alma y el cuerpo de la siguiente manera:

El alma es el aspecto inmaterial del ser humano, y es el aspecto que realmente importa. La vida corporal está llena de engaños y de peligro; el alma se debe cultivar en el presente, tanto por sí misma como porque su felicidad futura dependerá de ello. Por ser inmortal, el alma existía ya antes que el cuerpo y seguirá existiendo después de que este haya desaparecido (4).

Este enfoque dualista fomentó una tendencia a ver el cuerpo como una prisión del alma que hacía de la muerte algo deseable. Según Wright, «en la filosofía griega el cuidado y la curación del alma se convirtieron en una preocupación fundamental» (5). Además, «ni en Platón ni en las alternativas más importantes que acabamos de mencionar [por ejemplo, Aristóteles] encontramos indicación alguna de que la resurrección, el regreso a la vida corporal de la persona muerta, fuera ni deseable ni posible» (6).

Este punto de vista es evidente también en las obras de Cicerón:

Cicerón es bastante claro, y se sitúa completamente dentro de la corriente

principal del pensamiento grecorromano: el cuerpo es una casa-cárcel.

Necesaria por el momento; pero nadie en su sano juicio, tras haberse

liberado de ella, desearía volver a ella o a algo parecido. En ningún punto

del espectro de opciones acerca de la vida después de la muerte imaginaba

el mundo pagano antiguo que las negativas de Homero, Esquilo y los

demás se pudieran invalidar. La resurrección no era una opción. Quienes

seguían a Platón o a Cicerón no querían de nuevo un cuerpo; quienes

seguían a Homero sabían que no lo obtendrían (7).

Después de estudiar a otros antiguos escritores y filósofos paganos, Wright concluye: «En realidad nadie en el mundo pagano del tiempo de Jesús y después afirmaba que alguien había estado verdaderamente muerto y que luego había llegado a estar verdadera y corporalmente vivo una vez más» (8).

La muerte, en el antiguo paganismo, era una calle de un solo sentido. Según Wright:

La carretera que llevaba al mundo inferior era de sentido único. A lo largo y ancho del mundo antiguo, desde su “biblia”, que eran Homero y Platón, pasando por sus prácticas (funerales, banquetes conmemorativos), sus historias (piezas teatrales, novelas, leyendas), sus símbolos (tumbas, amuletos, dones funerarios) y sus grandiosas teorías, podemos rastrear mucha diversidad acerca del camino al Hades y acerca de lo que uno podría encontrar al llegar a él. Como sucede con todas las calles de sentido único, no puede faltar alguien que trate de conducir en dirección contraria. En un período de mil años se oye hablar una o dos veces de un Protesilao, de una Alcestis o de un Nerón redivivus, pero la carretera contaba con buena vigilancia policial. A los aspirantes a infractores de las normas de la circulación (Sísifo, Eurídice y otros parecidos) se les hacía dar la vuelta o eran castigados. E incluso tales infractores se daban solo en lo que el mundo sabía que eran mitos (9).

Wright observa:

No podemos dejar de insistir en el hecho de que desde Homero hacia delante el lenguaje de «resurrección» no se utilizaba para denotar «vida después de la muerte» en general, ni ninguno de los fenómenos que supuestamente ocurrían dentro de tal vida. La gran mayoría de los antiguos creía en la vida después de la muerte; muchos de ellos desarrollaron […] complejas y fascinantes teorías al respecto y prácticas relacionadas; pero salvo en el judaísmo y en el cristianismo, no creían en la resurrección (10)

Además, ni siquiera en el judaísmo se creía en la resurrección de un individuo a mitad de la historia de la humanidad. Más bien su noción era que únicamente la nación judía entera se levantaría junta de la muerte al final de la historia. Los extensos estudios de William Lane Craig sobre la resurrección de Jesucristo culminaron con la publicación de dos libros especializados sobre el tema (11). Craig afirma:

En la creencia judía siempre se aceptó una resurrección que ocurriría al final del mundo, no a la mitad de la historia […] La resurrección a la gloria y a la inmortalidad no sucedería hasta que Dios concluyera la historia del mundo. Esta noción judía tradicional fue la que tuvieron inicialmente los mismos discípulos de Jesús (Mc 9:9–13; Jn 11:24). La idea de una resurrección genuina antes de que Dios provocara el fin del mundo habría sido extraña para ellos. […] La creencia judía siempre se relacionó con una resurrección general del pueblo, no con la resurrección de un individuo aislado (12).

Finalmente, el célebre historiador y catedrático Edwin Yamauchi ha hablado al respecto con gran claridad basándose en toda una vida de investigación académica (13). Yamauchi ha dicho que no hay posibilidad de que la idea de una resurrección se haya tomado prestada porque no hay pruebas definitivas de la resurrección de alguna deidad en ninguna de las religiones misteriosas anteriores al siglo II (14). De hecho, ¡parece que otras religiones y corrientes espirituales robaron la idea de la resurrección a los cristianos! Por ejemplo, no se habla de la resurrección de Adonis hasta los siglos II al IV (15). A Atis, el consorte de Cibeles, no se le señala como dios resucitado hasta el año 150 d.C (16).

Algunos han afirmado que el ritual taurobolium de Atis y Mitra, el dios persa, es la fuente de la doctrina bíblica de la resurrección. En dicho ritual se metía al iniciado en una fosa y se sacrificaba un toro en una rejilla colocada sobre él, para empaparlo con la sangre. Sin embargo, la mención más temprana de este ritual es del año 160 d.C. y la creencia de que conducía a un renacimiento no se menciona hasta el siglo IV. De hecho, el experto de Princeton Bruce Metzger ha argumentado que no se decía que el taurobolium tuviera el poder de conferir vida eterna hasta que este se encontró con el cristianismo (17).

Se admite que los mitos de los paganos son acontecimientos ficticios centrados en la muerte y en el renacimiento anual de la vegetación y en los ciclos de la cosecha. Por el contrario, la resurrección de Jesucristo se plantea como un hecho histórico ocurrido en un lugar y tiempo definidos, con testigos y pruebas contundentes e identificables. Además, la teoría de que el cristianismo tomó prestado el concepto de la resurrección no solamente es falsa, sino que ignora por completo los hechos históricos de la tumba vacía y de las apariciones posteriores a la resurrección de Jesucristo.

 

 

Notas:

  1. Ver N. T. Wright, The Resurrection of the Son of God (Minneapolis: Fortress Press, 2003), 30–31. Publicado en español con el título La resurrección del Hijo de Dios, 32.
  2. Aeschylus, Eumenides 647– 48, vitada in Wright, Resurrection, 32.
  3. Wright, Resurrection, 35.
  4. Ibid, 49.
  5. Ibid, 53.
  6. Ibid.
  7. Ibid, 60.
  8. Ibid, 76.
  9. Ibid, 81–82.
  10. Ibid, 82–83.
  11. Como socio de la Fundación Humboldt, Craig pasó dos años estudiando la resurrección de Jesucristo en la Universidad de Munich. Ver William Lane Craig, The Historical Argument for the Resurrection of Jesus During the Deist Controversy [El argumento histórico a favor de la resurrección de Jesús durante la controversia deísta] (Lewiston, ID: Edwin Mellen, 1985), y Assessing the New Testament Evidence for the Historicity of the Resurrection of Jesus [Evaluar la evidencia del Nuevo Testamento a favor de la historicidad de la resurrección de Jesús] (Lewiston, ID: Edwin Mellen, 1989).
  12. William Lane Craig, «Did Jesus Rise from the Dead? [¿Resucitó Jesús de los muertos?]» en Jesus Under Fire: Modern Scholarship Reinvents the Historical Jesus, ed. Michael J. Wilkins y J. P. Moreland (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1996), 160, énfasis en original. Publicado en español con el título Jesús bajo sospecha: Una respuesta a los ataques contra el Jesús histórico.
  13. Yamauchi se ha sumergido en no menos de veintídos idiomas y es experto en historia antigua, incluyendo historia del Antiguo Testamento y arqueología bíblica, con énfasis en la interrelación entre las culturas antiguas del Oriente Próximo y la Biblia. Muchos le consideran experto en historia antigua, historia de la iglesia primitiva y gnosticismo. Ha contribuido con más de ochenta artículos a más de tres docenas de publicaciones académicas, y se ha hecho acreedor a ocho plazas de profesorado. Entre sus obras se encuentran la contribución de capítulos para diversos libros, así como libros completos sobre Grecia, Babilonia, Persia y África antigua.
  14. Edwin Yamauchi, «Easter: Myth, Hallucination, or History? [La resurrección: ¿Mito, alucinación o historia?» Christianity Today, 15 de marzo, 1974 y 29 de marzo, 1974, 4–7, 12–16.
  15. Ibid.
  16. Ibid.
  17. Ver Lee Strobel, The Case for the Real Jesus (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2007), 174–75 [publicado en español con el título El caso del Jesús verdadero]; y Bruce M. Metzger, Historical and Literary Studies: Pagan, Jewish, and Christian [Estudios históricos y literarios: Paganos, judíos y cristianos] (Grand Rapids, Eerdmans, 1968), 11.