Resurrection: ¿Cuáles son las principales objeciones antiguas la resurrección de Jesús?

Resurrection: ¿Cuáles son las principales objeciones antiguas la resurrección de Jesús?

Jesús no murió en la cruz, sino simplemente se desvaneció. Algunos han sostenido que Jesús no murió en la cruz, sino que se desvaneció o se desmayó y, por tanto, parecía haber muerto. Esta idea es también la que el Corán de los musulmanes enseña. Respecto a esta afirmación, el teólogo John Stott ha preguntado si debemos creer que, tras los rigores y penas del juicio, las burlas, los azotes y la crucifixión ¿podría haber sobrevivido treinta y seis horas en un sepulcro de piedra con frío, sin alimentos, no atención medica? ¿Qué podría haberse recuperado lo suficiente como para realizar la hazaña sobrehumana de mover la roca que aseguraba la entrada a la tumba, sin llamar la atención del guardia romano? Que entonces, débil, enfermo y hambriento, ¿pudo aparecerse ante los discípulos en tales condiciones que les dio la impresión de haber vencido a la muerte? ¿Qué podría haber seguido afirmando su muerte y resurrección, para enviarlos a todo el mundo con la promesa de estar con ellos hasta el final de los tiempos? ¿Qué podría haberse escondido en alguna parte durante cuarenta días, apareciendo solo ocasionalmente y de sorpresa, para finalmente desaparecer sin explicaciones? Tal credulidad es más increíble de la incredulidad de Tomás (1).

Además, como hemos señalado, la crucifixión es esencialmente una muerte por asfixia, porque el prisionero se cansa tanto que no puede levantarse para llenar sus pulmones de aire. Por eso los romanos solían acelerar la muerte de los crucificados quebrándoles las piernas. Ya que los verdugos profesionales de Jesús no le quebraron las piernas, deben de haber estado convencidos de su muerte. La única forma en que Jesús podría haber engañado a los verdugos hubiera sido dejando de respirar, lo cual lo habría matado.

Por último, en Juan 19:34-35 se nos dice que el soldado romano clavó una lanza en el corazón de Jesús para confirmar su muerte. El agua que brotó fue probablemente del saco de su corazón, y la sangre del lado derecho de su corazón. Aunque hubiera estado vivo, esto lo habría matado (2).

Jesús no resucitó y su cuerpo fue robado. La explicación original dada para la tumba vacía por los judíos que decidieron no adorar a Jesús como Dios fue que la tumba sí estuvo vacía, pero no debido a la resurrección sino al robo del cadáver de Jesús (Mt 28:11–15). Para que esto fuera verdad tendrían que haber ocurrido varias cosas imposibles. (1) A pesar de que les habría costado la vida, todos los guardias apostados en la tumba tendrían que haberse quedado dormidos al mismo tiempo. (2) Cada uno de los guardias, además de quedarse dormido, tendría que haber permanecido dormido y no despertarse con el rompimiento del sello romano de la tumba, el desplazamiento de la enorme roca que tapaba la entrada o la extracción del cadáver. (3) Incluso si el cuerpo de Jesús hubiera sido robado, no hay manera de explicar su retorno a una vida vibrante y triunfante.

El problema del motivo es también un factor determinante para refutar esta hipótesis. ¿Qué beneficio podría haber para los discípulos en arriesgar su vida por el robo de un cadáver que finalmente los llevaría a morir por una mentira? ¿Qué motivo podrían haber tenido los judíos, romanos o cualquier otra para robar el cuerpo? Y, si el cuerpo realmente hubiera sido robado, ¿no podría haberse ofrecido una recompensa para animar a quienes lo tenían a hacer un intercambio por una buena cantidad?

Un hermano gemelo de Jesús, o alguien que se le parecía, murió en su lugar. Algunos eruditos musulmanes, además de otras personas, han sugerido que no se crucificó a Jesús, sino a algún hermano u otro hombre que se le parecía. Sin embargo, no existe ni una sola prueba de la existencia de alguien parecido a Jesús en ese tiempo. Además, la madre de Jesús estuvo presente en la crucifixión, y la probabilidad de poder engañar a su mamá es mínima. Por otra parte, las heridas físicas que sufrió durante la crucifixión eran evidentes en el cuerpo resucitado de Jesús y fueron cuidadosamente inspeccionadas por su discípulo Tomás, quien se mostró muy escéptico de la resurrección hasta no haber tocado las heridas (Jn 20:24-28). Además de eso, la tumba estaba vacía y se encontró en ella la mortaja.

Los seguidores de Jesús alucinaron su resurrección. Algunas personas han sugerido que los discípulos no vieron a Jesús resucitado sino una alucinación o proyección de sus deseos de verlo resucitado. Un ejemplo es John Dominic Crossan, vicepresidente del Seminario de Jesús. Él declaró a la revista Time que después de la crucifixión, el cadáver de Jesús probablemente haya sido depositado en una tumba poco profunda, donde los perros salvajes pudieron desenterrarlo y comerlo. La subsiguiente historia de la resurrección de Jesús, afirma Crossan, fue solamente el resultado de una expresión de deseos (3).

Similarmente, John Shelby Spong, otro miembro del Seminario de Jesús y obispo episcopal, niega la resurrección y cree que el cadáver de Jesús fue arrojado a una fosa común, junto con otros crucificados. Por consiguiente, afirma que el «momento de la Pascua» fue algo que le sucedió a Pedro, no a Jesús. Pedro vio a Jesús en «el corazón de Dios», y empezó a abrir los ojos de los demás discípulos a esta realidad (4). Spong escribe: «Ese fue el origen de la Pascua en la historia humana. Sería justo decir que en ese momento Simón se sintió resucitado» (5).

Esta tesis es poco creíble por cinco razones. (1) Una alucinación es una experiencia individual, no colectiva. Sin embargo, Pablo afirma claramente que Jesús se apareció ante más de quinientas personas a la vez (1 Cor.15:1–6). (2) Jesús se apareció varias veces en diversos lugares, mientras que las alucinaciones generalmente se limitan a un solo momento o lugar. (3) Cierto tipo de personas tienden a ser más propensas a alucinar que otras. Sin embargo, Jesús se apareció ante gente de una gran diversidad de personalidades, incluyendo a sus hermanos y a su madre. (4) Después de cuarenta días las apariciones de Jesús cesaron repentinamente para todos. Las alucinaciones tienden a continuar durante períodos más largos y no cesan abruptamente. (5) Una alucinación es la proyección de un pensamiento preexistente en la mente. Sin embargo, los judíos tenían un concepto de resurrección referente a la resurrección de todo el pueblo al final de la historia (Dn 12:2), no a la de un individuo en particular a mitad de la historia (6). Por lo tanto, es inconcebible que los testigos de la resurrección de Jesús la hayan alucinado.

Al considerar las objeciones a la resurrección de Jesucristo, la imputación de C.S. Lewis de «esnobismo cronológico» empieza a tener sentido (7). Cada una de estas objeciones se basa en la suposición de que la gente de la época de Jesús era menos inteligente y más ingenua que la gente de hoy. Sin embargo, se puede sostener de manera persuasiva que en un mundo con menos hospitales, medicinas y residencias para enfermos terminales, la gente estaba más consciente del carácter definitivo de la muerte que nosotros los modernos. Además, como ya hemos examinado, ellos ni siquiera creían en la resurrección, y debido a la influencia del dualismo griego, el cual consideraba al cuerpo como una cáscara indeseable que debía desecharse para que el alma pudiera vivir verdaderamente, toda la idea de la resurrección era indeseable. En conjunto, es aparente que este esnobismo cronológico revela más acerca del carácter de las personas modernas que apelan a él que de las personas de la antigüedad que son desestimadas por él.

 

Notas:

  1. John R. W. Stott, Basic Christianity (Grand Rapids, MI: InterVarsity, 1971), 49. Publicado en español con el título Cristianismo básico.
  2. Truman Davis, «The Crucifixion of Jesus: The Passion of Christ from a Medical Point of View [La crucifixión de Jesús: La pasión de Cristo desde un punto de vista médica,» Arizona Medicine (marzo de 1965): 183–87.
  3. Richard N. Ostling, «Jesus Christ, Plain and Simple [Jesucristo, sencillamente],» Time, 10 de enero, 1994, 32–33.
  4. John Shelby Spong, Resurrection: Myth or Reality? [La resurrección: ¿Mito o realidad?] (Nueva York: HarperCollins, 1994), 143.
  5. , 255, énfasis agregado.
  6. See Craig, “Did Jesus Rise from the Dead?” 159–60.
  7. S. Lewis, Surprised by Joy: The Shape of My Early Life (Orlando: Harcourt Brace, 1955), 201. Publicado en español con el título Cautivado por la alegría.