The Fall: ¿Cómo se relaciona la soberanía de Dios con el pecado?

The Fall: ¿Cómo se relaciona la soberanía de Dios con el pecado?

Dios es soberano, poderoso y bueno. El mal existe y las criaturas tienen una responsabilidad moral por ello. En respuesta, los filósofos han buscado por mucho tiempo una forma atractiva y persuasiva para reconciliar el carácter de Dios con la realidad del pecado. Gottfried Leibniz acuñó el término teodicea en 1710 para describir esta búsqueda de entendimiento. El teólogo J.I. Packer dice que la palabra teodicea viene del griego theos («Dios») y de la raíz dik– («justo») y, pretende «justificar los caminos de Dios al hombre» […] mostrando que

Dios está en el bien, es glorioso y digno de alabanza a pesar de las apariencias contrarias. La teodicea pregunta cómo podemos creer que Dios es bueno y soberano frente a un mundo de maldad: de gente mala; de malas acciones, que desafían a Dios y maltratan a las personas; daños (mal) en circunstancias, eventos, experiencias y estados de ánimo, que malgastan, frustran, trastornan o destruyen el valor real o potencial, en y para la humanidad; en resumen, todos los hechos, físicos y morales, que producen el sentimiento de, «Esto no debería ser así» (1).

Filósofos y teólogos cristianos han explorado varios enfoques respecto al problema de la teodicea. El filosofo cristiano C. Stephen Evans dice:

Dos de las teodiceas más importantes son «la teodicea que edifica el alma», la cual argumenta que Dios permite el mal con el fin de hacer posible que los seres humanos desarrollen ciertas virtudes deseables, y la «teodicea del aire libre albedrío» que sostiene que Dios tuvo que permitir la posibilidad del mal si quería dar a los humanos (y a los seres angelicales) el libre albedrío. Las teodiceas a menudo son distinguidas de las defensas, que sostienen que es razonable creer que Dios tiene razones para permitir el mal, incluso si no sabemos cuáles son esas razones (2).

Las formas específicas de teodicea especulativa varían ampliamente. Algunos enseñan un universalismo falso por el que todos serán salvos al final. Otros dicen que vamos a mantener nuestra libertad de pecar incluso en nuestro estado celestial resucitado, lo que deja abierta la posibilidad de que el pecado vuelva a ocurrir en el estado eterno. Además, como J.I. Packer describe:

Algunos calvinistas consideran a Dios permisivamente decretando el pecado con el propósito de autoexhibirse en justamente salvar a unos de sus pecados y en justamente condenar a otros por y en su pecado. No obstante, nada de esto es bíblicamente cierto. El camino más seguro de la teodicea es dejar la permisión de Dios del pecado y del mal moral como un misterio, y en razonar desde el bien logrado en la redención (3).

Algunos dicen que Dios ordena todo pecado, usándolo para su gloria, pero las Escrituras como Jeremías 32:26-35 lo hacen claro que algunos pecados son contra so voluntad en todos sentidos. Dios dice que su pueblo «provocó mi enojo» por solo hacer lo malo «desde su comienzo». Estas acciones «me han enfurecido», dice el Señor. Continúa diciendo que «me ha dado la espalda y no quiere regresar. A pesar de que les he enseñado con diligencia, no aceptaron la instrucción ni obedecieron. Levantaron sus ídolos abominables justo en mi propio templo, y así lo profanaron. Edificaron santuarios paganos a Baal…y allí sacrifican a sus hijos e hijas a Moloc. Jamás ordené un acto tan horrendo; ¡ni siquiera me pasó por la mente ordenar semejante cosa! ¡Qué maldad tan increíble la que hizo que Judá pecara tanto!». Dios está enfáticamente claro que cuando cometemos pecados tan horribles, incluyendo al sacrifico de hijos a un dios falso, no estamos actuando en su voluntad.

Otros dicen que Dios permite el pecado porque honra nuestro libre albedrío, pero historias como la juzga del Faraón y Jerusalén están claros que hay límites a su paciencia. Podemos decir que Dios está en una guerra contra la maldad y el pecado, superándolos por su obra redentora a través del Mesías que mata al Serpiente [NOTA: Gn. 3:15; Col. 2:15; Hb. 2:14-15; 1 Jn. 3:8].

En lo que respecta a la coexistencia de Dios y del pecado, seamos sabios al recordar que un poco de humildad es necesaria, ya que actualmente vemos y conocemos solo en parte y debido a que Dios tiene secretos que él ha optado por no revelarnos [NOTA: 1 Cor. 13:12; Dt. 29:29.].

Sin embargo, al estudiar la Biblia encontramos repetidamente que Dios es siempre perfecto, soberano único, poderoso y bueno. Está completamente claro que Dios está enojado a causa del pecado y del mal, porque las criaturas, y no el Creador, son responsables por ello. El pecado nunca destruye su plan, ni limita su poder para actuar y tampoco le impide hacer el bien en el peor de los males. Desde la aparición de Satanás en el jardín, el pecado y el mal no son manejados en forma sistemática, sino de tal manera que se nos obliga a ejercitar la fe continua en Dios, confiando en su providencia definitiva de que un día la presencia y el poder del pecado no serán más. Asumir que Dios no puede (considerando que él no es soberano ni poderoso) o que no quiere (presumiendo que él no es bueno) es adelantar juicio antes de que Dios juzgue el mal, anticipando prematuramente el veredicto. Ya que estamos a mitad de la historia, hasta que Dios realice todo so trabajo, no debemos juzgarlo sino más bien confiar en él hasta que haya terminado con el pecado y la historia tal como la conocemos.

Mientras tanto, el mal nunca está fuera del control providencial de Dios. Él está obrando para llevar a cabo sus buenos propósitos en el contexto del mal. Vemos esto en la historia de José a manos de sus hermanos, su injusto sufrimiento y su ascenso al poder, porque el Señor estaba con él, a través de lo cual muchas vidas fueron salvadas. Cuando él confrontó a sus hermanos, la providencia de Dios estaba obrando en la vida de José de manera muy especial: «Ustedes se propusieron hacerme mal, pero Dios dispuso todo para bien. Él me puso en este cargo para que yo pudiera salvar la vida de muchas personas» [NOTA: Gn. 50:20.].

Muchos años después, un descendiente de Judá, el hermano de José, llamado Jesucristo, sufrió de manera similar. Él también fue traicionado por sus «hermanos», padeció la peor de las injusticias en la historia, y sufrió y murió en la vergüenza de una cruz romana. Sin embargo, tres días después, Jesús se levantó de su tumba, expiando los pecados del mundo, y Dios fue vindicado como plenamente soberano, bueno y poderoso.

Dios usó el mal que eligieron libremente Judas, Herodes, Pilato, los gentiles y los judíos para lograr su propósito perfecto [NOTA: Hc. 2:23; 4:27–28.] en la misma manera que utilizó a los caldeos, una nación horriblemente perversa, para castigar el pecado persistente de Judá y de Jerusalén [NOTA: Hab. 1.]. Esto no quiere decir que el mal de ellos es su responsabilidad. Ellos eligieron libremente matar y destruir. En una ironía cósmica, el Dios de toda providencia usa el mal para juzgar el mal. A pesar de que su mano trajo el castigo a Israel y la muerte de Jesús, él también trajo la redención y la resurrección en el contexto del juicio y de la muerte.

El día viene cuando también nosotros seremos levantados con y para Jesús. En ese día, nuestra fe se hará visible y veremos a Dios plenamente reivindicado a medida que entremos al mejor mundo posible. Hasta ese día, nuestra respuesta a la pregunta de cómo se relaciona la soberanía de Dios con el pecado es, en última instancia, una meditación continua y humilde, de oración y de adoración, sobre Romanos 8:28, que promete: «Sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos».

 

Notas:

  1. J. I. Packer, “Theodicy,” in Sinclair B. Ferguson and J. I. Packer, New Dictionary of Theology (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2000), 679.]
  2. C. Stephen Evans, “Theodicy” (Teodicea), in Pocket Dictionary of Apologetics and Philosophy of Religion (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2002), 114.]
  3. Packer, “Theodicy,” 679.]