Trinidad: ¿Cuál es la historia de la doctrina de la Trinidad?

Trinidad: ¿Cuál es la historia de la doctrina de la Trinidad?

Ser cristiano es ser un miembro de la iglesia universal. La iglesia incluye a todos los de cada nación, cultura, idioma y raza cuya fe salvadora está en Jesucristo. En la práctica, esto significa que un cristiano es parte de una herencia formidable, y no llega a las Escrituras aparte de la comunión con todo el pueblo de Dios desde el inicio mismo de la historia de la iglesia. Cristianos católicos, ortodoxos, y protestantes confesamos juntos que el Dios de la Biblia es trinitario.

Los primeros cristianos fueron judíos creyentes. Como judíos, ellos creyeron que hay un solo Dios y que ese Dios es Yahveh, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Es importante señalar que los primeros cristianos continuaron afirmando su creencia en un solo Dios. Sin embargo, también confesaron creer en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Si bien el Credo de los Apóstoles no fue escrito por los doces discípulos, es antiguo y data del signo II. Comienza así: «Creo en Dios Padre», continúa con «y en Jesucristo, su único Hijo, Señor nuestro», y culmina con «Creo en el Espíritu Santo».

Tertuliano, quien se convirtió al cristianismo poco antes del 200 d. C. Y defendió el cristianismo prolíficamente hasta su muerte alrededor del año 220, fue el que inició el uso de las palabras latinas Trinitas, persona y substancia (Trinidad, persona y sustancia o esencia) para expresar la enseñanza bíblica de que se distinguen en su relación como personas en la vida íntima de Dios mismo.

Los tres concilios ecuménicos más importantes son dignos de mención para seguir el desarrollo de la doctrina de la Trinidad. En estas reuniones de líderes de la iglesia se discutieron los principales temas teológicos con el fin de reconocer las creencias de la iglesia. Una de las razones por las cuales fueron convocados los concilios fue para responder a la enseñanza herética. El Concilio de Nicea (325 d. C.) incluyó a unos trescientos obispos, muchos de los cuales portaban las cicatrices de la persecución, y fue convocado principalmente para resolver el debate sobre el arrianismo, la falsa enseñanza de que Cristo era una criatura, un ángel que era el ser creado superior, pero que no era Dios. El Concilio de Nicea llegó a la conclusión de que el Hijo era una misma sustancia (homoousios) con el Padre. El Logos, que se encarnó en Jesús de Nazaret, es Dios mismo. Él no es semejante a Dios, sino que es Dios completa y eternamente.

Con la deidad de Cristo reconocida oficialmente, el Concilio de Constantinopla (381 d. C.) amplió el debate a la identificación de Espíritu Santo dentro de la Divinidad. Constantinopla amplió el Credo de Nicea asentando el credo como totalmente trinitario, y condenando oficialmente al arrianismo. Se consolidó la doctrina ortodoxa de la plena humanidad de Jesucristo. El Concilio de Calcedonia (451 d. C.) se centró en la relación de la humanidad de Cristo y de su divinidad (conocida como la unión hipostática) y emitió la fórmula de Calcedonia, que se convirtió en la declaración ortodoxa sobre la persona de Cristo. Unión hipostática significa que Jesús es una persona con dos naturalezas y, por lo tanto, al mismo tiempo es totalmente Dios y totalmente humano.

Las contribuciones de los concilios de la doctrina de la Trinidad se pueden resumir en cuatro temas:

  • Un ser, tres personas. Dios es un solo ser y tiene una sola esencia. No hay Dios sino el Dios trino, que existe eternamente en tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La totalidad de Dios está en cada persona, y cada persona es Dios en su totalidad. La Trinidad de personas no es solo una cuestión de acción o de revelación sino de un ser eterno.
  • Una sustancia divina idéntica es compartida totalmente por el Padre, Hijo y Espíritu Santo. Cualquier característica esencial que pertenezca a uno de los tres es compartida por los otros. Cada una de las tres personas divinas es eterna, cada una todopoderosa, ninguna es más grande o menos que la otra, cada una es Dios y, sin embargo, juntas son un solo Dios.
  • Pericóresis. Este concepto, también llamado circumincesión o interpenetración, se refiere a la interrelación amorosa, compañerismo o dependencia mutua de las tres personas. Algunos definen esto en términos de una «danza», dando lugar a todo tipo de especulaciones extrañas. No obstante, esto es un error que proviene de su ignorancia del idioma griego. Danza tiene la misma apariencia en su transliteración, per se escribe de manera diferente en griego. Dado que las tres personas son Dios totalmente, y la plenitud de Dios reside en cada una de las tres, se deduce que las tres mutuamente moran entre sí y se contienen la una a la otra, como Jesús dijo: «Como tú estás en mí, Padre, y yo estoy en ti» [NOTA: Jn 17:21]. Esta unidad de morada no es solo en relación con su funcionamiento en este mundo, sino aún mucho más fundacionalmente en su existencia eterna como Trinidad.
  • El orden de las personas. Hay un orden claro de las relaciones entre las tres personas totalmente divinas: desde el Padre, a través del Hijo y por el Espíritu Santo.

A medida que la doctrina de la Trinidad se iba desarrollando, los teólogos lucharon para explicar las relaciones eternas de la Trinidad. ¿Qué es lo que diferencia al Padre del Hijo y del Espíritu? Utilizando una metodología filosófica, retrocedieron desde la obra económica de Dios en el mundo para definir sus relaciones eternas. La Biblia dice que el Padre envió al Espíritu para que concibiera a Jesús en el vientre de María [NOTA: Luc 1:31-35, Mat 1:20]. Jesús por lo tanto se refiere como «el Unigénito [monogenes] Hijo» [NOTA: Jn 1:14, 18; 3:16, 18; He 13:33; Heb 1:5, 5:5; 1 Jn 4:9, 5:1].

Los teólogos extendieron esta engendración en la historia hacia la eterna Trinidad y postularon que el Hijo es eternamente engendrado o generado por el Padre. De forma similar, a partir de la promesa histórica de Jesús a sus discípulos: «A ustedes yo les enviaré al Abogado Defensor, el Espíritu de verdad. Él vendrá del Padre y dará testimonio acerca de mi» [NOTA: Jn 15:26], postularon que el Espíritu eternamente procede del Padre. Por lo tanto, el Credo de Nicea (325) definió al Hijo como «nacido del Padre». El Primer Concilio de Constantinopla (381) añadió la definición de que el Espíritu Santo «procede del Padre». Esta formulación fue universalmente aceptada por la iglesia en el Concilio de Calcedonia (451).

Los teólogos de la iglesia occidental con frecuencia ampliaron la frase acerca de procesión para decir que el Espíritu Santo «procede del Padre y del Hijo [filioque]». Esta revisión del Credo de Nicea fue realizada en el Tercer Concilio de Toledo (589) y fue aprobada oficialmente en 1017. Esta inserción de una sola palabra latina a un credo ecuménico generó una crisis de autoridad que finalmente llevó a la división entre las iglesias ortodoxas orientales y la iglesia romana occidental en 1054. Los sutiles puntos teológicos fueron mucho menos responsables de la división que la lucha por el poder eclesiástico sobre la autoridad del papa.

El intento para definir las relaciones eternas en la Trinidad inmanente u ontológica parece estar equivocado. En primer lugar, Dios no nos ha dado una revelación de la naturaleza de sus relaciones eternas. Debemos seguir el mandamiento de la Biblia: «El Señor nuestro Dios tiene secretos que nadie conoce» [NOTA: Dt 29:29] y rehusar especular. En segundo lugar, el Credo de Nicea define al Hijo como «engendrado, no creado». El punto fue que algo engendrado era de la misma sustancia del que hace el engendramiento. No obstante, el término «engendrad» no se podía definir con claridad, por lo que fue de poca ayuda. En tercer lugar, engendrado inevitablemente implica un comienzo de alguien engendrado. Esto ciertamente prestaría apoyo a la herejía arriana de que el Hijo es un ser creado y no el Dios Creador. Por estas razones, es mejor omitir los términos del credo «engendrado» y «procede» de nuestra definición de la Trinidad. Nuestra autoridad no está en los credos sino en las Escrituras.

Para resumir, estamos de acuerdo con la definición de la iglesia universal de la Trinidad, confesando que Dios es un ser eterno, revelado en tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.