Dios Padre: ¿En qué consiste el pacto con Moisés?

Dios Padre: ¿En qué consiste el pacto con Moisés?

Éxodo demuestra poderosamente la fidelidad de Dios a su promesa de pacto con Abraham. De una pareja anciana y infértil nació una nación de tal vez un millón en el curso de cuatrocientos años. Es asombroso que todo el evento del Éxodo le fuera prometido a Abram por Dios mismo [nota: Gn 15:13–15]. Como fue prometido, el pueblo de Dios fue esclavizado por cuatrocientos treinta años y luego liberado por el juicio de Dios contra los egipcios.

En las escenas finales del Génesis nos enteramos que José, descendiente de Abraham, ha sido vendido como esclavo por sus celosos hermanos mayores. Sin embargo, Dios elevó a José a una posición de poder y prominencia como principal consejero del faraón, el gran mandatario de Egipto. A causa del ejemplar servicio de José y de la sabiduría de Dios, toda la nación de Egipto fue liberada de la hambruna y a los hebreos se les dio privilegio y dignidad como extranjeros en Egipto.

La historia del Éxodo comienza señalando que, en los años siguientes a la muerte de José, un nuevo faraón llegó al poder, quien ya no se acordaba del servicio de José o del privilegio dado a su pueblo. Esclavizó al pueblo de Dios y los trató con crueldad, intentando el genocidio, por temor al aumento de su población [nota: Ex 1:1–15:21.]. El imperio egipcio fue el más poderoso de la tierra por unos mil trescientos asombrosos años, el doble de los afamados imperios griego y romano. No obstante, el faraón era adorado como un dios y no tenía consideración por el Dios de Israel.

En Éxodo 3 Dios hace su aparición hablando directamente con Moisés, prometiendo liberar a su pueblo del pacto de la esclavitud. Revela su ternura en su poderosa protección cuando responde al clamor de su pueblo [nota: Ex 2:23–25; 3:7–10.] In. En Éxodo 3:14, Dios se revela a sí mismo por nombre, diciendo: «Yo soy el que soy. Dile esto al pueblo de Israel: “Yo soy me ha enviado a ustedes”». En el sentir hebreo, un nombre comprende la esencia total y la identidad de una persona. Así que, al tener un nombre, Dios se reveló a sí mismo como persona y dio acceso sagrado a un entendimiento y a una experiencia de su persona. Así que, al tener un nombre, Dios se reveló a sí mismo como persona y dio acceso sagrado a un entendimiento y a una experiencia de su persona. El divino nombre Yahveh revela su eterna autoexistencia. Es un ser relacional, inmutablemente fiel y confiable, quien desea la confianza total de su pueblo. Al mencionar su nombre, le recuerda a Moisés y al pueblo de su promesa de ayudarlos en fidelidad al pacto.

Los hebreos tenían tanto temor de blasfemar contra Dios que no pronunciaban este nombre sagrado ni lo escribían por completo con sus vocales. Lo escribían YHWH. Ha habido algún debate sobre cómo debe ser escrito y pronunciado exactamente, pero la mayoría de los estudiosos reconocen ahora que la pronunciación más correcta es Yahveh. Jesús toma luego este mismo nombre para designarse a sí mismo como la Persona quien le habló a Moisés desde la zarza ardiendo, y estuvo cerca de ser asesinado por decirlo [nota: Ex. 3:14; cf. Jn 8:58.].

Dios actuó decisivamente en su juicio contra Egipto, liberando a su pueblo a través de las diez plagas que culminaron con la muerte del primogénito de Egipto. Pasó sobre las casas de Israel porque obedecieron fielmente sus instrucciones de pintar los marcos de las puertas con la sangre de un cordero sacrificado. Caminaron por el Mar Rojo en tierra seca y observaron cómo se ahogaron los egipcios que los perseguían cuando el agua regresó a su cauce. En esto podemos ver claramente que la vida y la muerte giran alrededor de si confiamos y obedecemos a Dios o no.

En Éxodo 19 leemos que Dios condujo a su pueblo al pie del monte Sinaí justo como se lo había prometido a Moisés desde la zarza ardiente [nota: Ex 3:12.]. Sin embargo, al pueblo de Dios le estaba prohibido ascender o incluso tocar la montaña y entrar en la presencia de Dios a causa de su pecado. Cualquier violación a este mandamiento prometía traer la muerte inmediata, ya que Dios quería que su pueblo supiera que no pueden ascender hacia él; a cambio de esto, él inicia la relación y desciende hacia ellos, como eventualmente ocurrió con la encarnación de Jesucristo. Se les dijo que se purificaran durante tres días y que se preparan a recibir el mensaje que Dios les daría por medio de sus mediadores, el profeta Moisés y el sacerdote Aarón.

Dios comienza recordándoles su fidelidad y su poderosa redención: «Ustedes vieron lo que hice con los egipcios. Saben cómo los llevé a ustedes sobre alas de águila y los traje hacia mí» [nota: Ex 19:4–6.]. Basado en su gracia y provisión, les pidió su fiel respuesta: «Ahora bien, si me obedecen y cumplen mi pacto…». Su propósito es «ustedes serán mi tesoro especial entre todas las naciones de la tierra, porque toda la tierra me pertenece. Ustedes serán mi reino de sacerdotes, mi nación santa».

Dios les dio los Diez Mandamientos, los cuales tenían la intención de guiar su vida como pueblo santo. Sin embargo, en vez de responder en fe, su miedo los alejó de Dios [nota: Ex 20:18–19.], comenzando un patrón de alejamiento en lugar de un acercamiento y de desobediencia, profanación y adulterio espiritual, culminando en juicio. Christopher J.H. Wright dice:

Como el pueblo de YHWH tendrían la tarea histórica de llevar el conocimiento de

Dios a las naciones, y de llevar a las naciones los medios del perdón con Dios.

La tarea de bendecir a las naciones también los pone en el papel de sacerdotes

en medio de las naciones. Este movimiento dual se refleja en las visiones

proféticas de la ley/luz/justicia y otras de YHWH saliendo hacia las naciones

desde Israel/Sion y de las naciones viniendo hacia YHWH/Israel/Sion. […] El

sacerdocio del pueblo de Dios tiene por lo tanto una función misional (1).

Las condiciones para disfrutar del pacto se centraban en obedecer todas las leyes de Dios, sintetizadas en los Diez Mandamientos, los cuales se basan en que únicamente Dios es adorado. Acerca de este punto Wright sostiene:

La prioridad de la gracia es un premisa teológica fundamental al aproximarse a

la ley y ética del Antiguo Testamento. La obediencia a la ley se basaba en, y era

una respuesta a, la salvación de Dios. Éxodo tiene dieciocho capítulos de

redención antes de un solo capítulo de ley. Lo mismo es cierto en relación con la

misión de Israel entre las naciones. De cualquier forma en que Israel fuera o

llegara a ser de bendición a las naciones, sería con base en lo que Dios había

hecho por ellos, no con base en su propia superioridad en cualquier sentido (2).

La ley de Moisés

Los libros de Moisés (desde Génesis hasta Deuteronomio) contienen más de seiscientos mandamientos. La cuestión de si los cristianos en el nuevo pacto están bajo la ley de Moisés es increíblemente complicada, con implicaciones en la vida diaria: ¿Pueden los creyentes comer tocino? ¿Podemos cobrar intereses sobre el dinero prestado? ¿Debemos practicar el día de descanso? Sobre algunas cosas hay acuerdos comunes (3).

Primero, el Nuevo Testamento declara que la ley es «santa, justa y buena» [nota: Rm 7:12; 1 Tim 1:8.]. Segundo, la ley nos muestra nuestro pecado [nota: Gal 3:19–25.]. Tercero, Jesús cumplió con la ley a la perfección por todos nosotros [nota: Mt 5:17–18.]. Cuatro, la justificación (ser declarado justo ante Dios) está totalmente aparte de cumplir con la ley [nota: Rm 3:21, 27–28; 4:1–5; Gal 2:16; 3:11; 5:4; Fil 3:9.]. Quinto, aquellos que dicen que a los creyentes se les requiere cumplir con toda la ley para ser santificados están equivocados [nota: Gal 5.]. Sexto, los Diez Mandamientos expresan principios fundamentalmente importantes para la vida cristiana. Séptimo, no todas las leyes del antiguo pacto son de cumplimiento para los cristianos; por ejemplo, no tenemos que sacrificar animales y podemos llevar ropa hecha de distintos tipos de materia.

La dificultad es que no debemos ignorar todas las leyes del antiguo pacto (por ejemplo, el robo y el homicidio) y no deberíamos retener todas las leyes del antiguo pacto (por ejemplo, apedrear a los adúlteros). Una solución propuesta es dividir la ley en tres categorías:

  1. Leyes ceremoniales, referentes al sacerdocio, sacrificios, el templo, la limpieza ritual y otros, son ahora cumplidos en Jesús y por lo tanto y a no son de cumplimiento. Casi todo el libro de hebreos es acerca de este tema a causa de los judíos que luchaban con las leyes del Antiguo Testamento una vez que eran salvos. Estas leyes ya no son de cumplimiento para nosotros porque Jesús es nuestro sacerdote, templo, sacrifico y el que nos limpia, entre muchas otras cosas.
  2. Leyes civiles son aquellas que conciernen al gobierno de Israel como una nación gobernada por Dios. Como ya no somos una teocracia, estas leyes, aunque nos proveen entendimiento, ya no nos gobiernan directamente. Romanos 13:1-6 expone que debemos obedecer a nuestro gobierno pagano porque Dios también trabaja a través de él.
  3. Leyes morales se refieren a mandamientos que prohíben cosas tales como la violación, el robo, el homicidio y otras. Estas leyes aún son de cumplimiento para nosotros, aunque Jesús cumplió con sus requerimientos a través de su vida sin pecado. Nueve de los Diez Mandamientos son repetidos por Jesús, con la sola excepción del día de descanso, ya que es parte de la ley ceremonial y ahora descansamos en Jesús.

Por lo tanto, de acuerdo con esta explicación, las leyes ceremoniales y civiles ya no son de cumplimiento para nosotros, pero las leyes morales sí lo son.

Otros ven la solución en esta afirmación: toda la ley es válida hasta que su propósito sea cumplido en Cristo [nota: Rm 10:4; Col. 2:17.]. Ahora que la tarea de Jesús está completa, la ley de Moisés es abolida y estamos ahora bajo la ley de Cristo: ama a Dios y a tu prójimo como nos guía el Espíritu. Esto parece estar apoyado en las enseñanzas de Pablo en Gálatas 3:16-4:7 concernientes en que la ley fue añadida a la promesa de Dios a Abraham cuatrocientos treinta años después, a causa del pecado [nota: Gal 3:16–4:7]. Mantuvo prisionero al pueblo de Dios hasta que vino Jesús. Pablo resume: «Dicho de otra manera, la ley fue nuestra tutora hasta que vino Cristo; nos protegió hasta que se nos declarara justos ante Dios por medio de la fe. Y ahora que ha llegado el camino de la fe, ya no necesitamos que la ley sea nuestra tutora» [nota: Ga. 3:24–25.]. Por lo tanto, debemos mantener los mandatos abrahámicos para ser leales a Dios (nota: Gn 12), confiar en su Palabra incluso cuando no tiene sentido (nota: Gn 15), mantener el camino de Dios para ser justo (nota: Gn 18:18-19) y buscar la provisión del Mesías (nota: Gn 22). Jesús resume esta justicia permanente en la ley de Cristo: ama a Dios y a su prójimo como lo guía el Espíritu [Nota: Mt 22:36-40; Lc 10:27; Mc 12:30-31; Rm 8; 13:8–10; 1 Cor 9:20–21; Gal 5:14; St 2:8.].

La relación entre Moisés y Jesucristo se evidencia en un número de lugares y de formas a través de las Escrituras. En Deuteronomio 18:18, Dios le dice a Moisés: «Levantaré un profeta como tú de entre sus hermanos israelitas. Pondré mis palabras en su boca, y él dirá al pueblo todo lo que yo le ordene». Más de un milenio más tarde, en Hechos 3:17-22, Pedro cita Deuteronomio 18:18 y aplica su cumplimiento a Jesucristo; por lo tanto, la venida eventual de Jesús fue prometida a Moisés. Hebreos 3:1-6 afirma que Jesús y Moisés fueron fieles a la dirección del Padre, pero que Jesús es digno de mayor honor porque es mucho más grande incluso a Moisés.

El evangelio de Jesucristo es anticipado clara y repetidamente a lo largo de la historia del Éxodo. Comienza con Dios haciendo una promesa de elegir un pueblo como el suyo propio en el pacto con Abraham. Su pueblo luego es llevado a la esclavitud y gobernado por un señor cruel y sin Dios (anticipando a Satanás y al pecado). Incapaces de salvarse a sí mismos, Dios mismo interviene para redimirlos de la esclavitud y para llevarlos a la libertad para que puedan adorarlo solamente a él por su mano milagrosa (anticipando la muerte y resurrección de Jesús para liberarnos de nuestra esclavitud, incluyendo nuestra esclavitud autoinfligida a faraones tales como las drogas, el alcohol, el sexo y la comida). Resistiendo los continuos esfuerzos de Dios para dirigir a su pueblo como él lo desea, la gente murmura contra Moisés y añora regresar a Egipto (anticipando la lucha del creyente contra su carne).

Sin embargo, la fidelidad de Dios persiste y él continúa dirigiendo a su pueblo acompañándolos en la columna en y en la nube y proveyendo para sus necesidades con amor, mientras los dirige en un viaje a una tierra de descanso y de promesa (anticipando el cielo) [nota: Ex 40:34-38]. La interacción de Dios con su pueblo es claramente la de una Dios viviente quien habla, actúa, ama, declara sus leyes, juzga el pecado, libera, redime, provee y está presente con ellos. El cuadro central del evangelio en Éxodo es uno de redención por pacto.

Todos estos temas están incluidos en la inauguración de la Pascua en Éxodo. En los días previos a su muerte, Jesús era un hombre joven de quizás 33 años. Jesús empezó a hablar abiertamente sobre su muerte pendiente, incluida en la cena de Pascua que comió con sus amigos como su Última Cena. Allí, Jesús cambió quince siglos de tradiciones, mostrando que la comida de la Pascua, que el pueblo de Dios ha comido anualmente, se cumplió en Él. La Pascua conmemora la noche en Egipto cuando, por fe, el pueblo de Dios cubrió los postes y los dinteles de las puertas de sus casas con sangre para que sus hijos mayores no murieran [nota: Ex 6–12]. Jesús, el hijo mayor de Dios, también vino a morir y cubrirnos con su sangre para que la ira de Dios nos pase como la esencia del nuevo pacto [nota: Lc 22:19–21] porque Jesús es nuestro cordero de Pascua [nota: 1 Cor 5:7].

Resumen del pacto con Moisés

Mediador humano Moisés
Bendiciones del pacto Redención de la esclavitud y la libertad para adorar a Dios
Condiciones del pacto Obediencia a las leyes de Dios, incluyendo los Diez Mandamientos
Señales Interno: la fe, Externo: la Pascua
La comunidad del pacto Un reino santo de sacerdotes que sirven a las naciones

 

Notas:

1. Christopher J. H. Wright, “Covenant: God’s Mission through God’s People,” 65.

2. Ibid, 64.

3. Este es un tema muy complejo y difícil de estudiar. Unos recursos son: Thomas R. Schreiner, Forty Questions on the Law (Grand Rapids, MI: Kregel, 2010); Thomas R. Schreiner, The Law and Its Fulfillment:  A Pauline Theology of Law (Grand Rapids, MI: Baker, 1993); Frank Thielman, Paul and the Law: A Contextual Approach (Downers Grove, IL: InterVarsity, 1994); Frank Thielman, The Law and the New Testament: The Question of Continuity (New York: Crossroad, 1999); Stephen Westerholm, Israel’s Law and the Church’s Faith: Paul and His Recent Interpreters (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1988); and Greg L. Bahnsen, Walter C. Kaiser Jr., Douglas J. Moo, et al., Five Views on Law and Gospel (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1996).