Biblia: ¿Quién escribió la Biblia?

Biblia: ¿Quién escribió la Biblia?

Cómo parte de su ministerio de enseñanza, Jesús a menudo enseñaba a sus alumnos (discípulos) acerca del futuro. En algunas ocasiones les prometió que un día él iba a dejarlos, pero que les enviaría al Espíritu Santo, quien de forma perfecta les recordaría de su vida y de sus enseñanzas para que pudieran escribir y enseñar con exactitud y veracidad hasta completar la Biblia [NOTA: Jn. 14:25–26; 16:12–15.].

Los autores humanos en la Biblia incluyen a reyes, campesinos, filósofos, pescadores, poetas, estadistas, un médico y eruditos. Los libros de la Biblia tratan sobre historia, sermones, cartas, canciones y cartas de amor. Hay estudios geográficos, especificaciones arquitectónicas, diarios de viaje, estadísticas demográficas, árboles genealógicos, inventarios y numerosos documentos legales.

A diferencia de cualquier otro libro, la Biblia es un libro escrito tanto por Dios como por el hombre. Cientos de veces la Biblia dice, «dice el Señor», y también usa frases similares en casi cuatrocientos ocasiones. Sin embargo, no fue escrito por varios autores, a diferencia del libro que está leyendo. No fue la colaboración de Dios y de los seres humanos, o que un ser humano escribió un borrador y Dios hizo las correcciones, o que Dios dio ideas para que los autores humanos las pusieran en palabras. No fueron palabras dictadas a los seres humanos, como ocurre con en Corán. La Biblia no es escritura humana que se convierte en divina cuando el lector descubre un significado espiritual en ella, tal como sucede con los escritos de muchas religiones orientales. No es solamente uno de los muchos libros que contienen los discernimientos religiosos de los antiguos sabios, como enseñan muchos liberales.

Las personas que fueron preparadas providencialmente por Dios, y que fueron motivadas y supervisadas por el Espíritu Santo, hablaron y escribieron según sus propias personalidades y circunstancias, pero de tal manera que sus palabras son la misma Palabra de Dios [NOTA: Jr. 1:5, Gl. 1:15; 1 Cr. 2:13; 2 Tm. 3:16, 2 Pd. 1:20–21; Mc. 12:36, 1 Cr. 14:37.]. La guía sobrenatural de Dios en los escritores y sus situaciones les permitió recibir y comunicar todo que Dios quiso que supiéramos para su gloria y para nuestra salvación.

A esto le llamamos inspiración divina. Para ponerlo más técnicamente, los escritos mismos tienen la cualidad de ser inspirados por Dios. Es decir, no son los autores o el proceso los que son inspirados, sino los escritos.

Creer que Dios escribió las Escrituras junto con los autores humanos a quienes él inspiró para registrar perfectamente sus palabras se llama inspiración (la revelación inspirada por Dios), plenaria (cada parte de la Biblia) verbal (las mismas palabras de la Biblia) [NOTA: Mt. 4:4, 1 Jn. 1:1–3; Mt. 5:17, Rm. 15:4, 2 Tm. 3:16.].

Simplemente, esto significa que Dios el Espíritu Santo inspiró no sólo los conceptos de la Escritura, sino también cada una de las palabras exactas y de los detalles mismos que fueron registrados perfectamente para nosotros como Escritura.

Cuando decimos verbal, creemos que las palabras mismas son inspiradas e importantes, elegidas por Dios, de tal forma que cada palabra es sustancial. Por eso Jesús dijo que no se puede ignorar «ni el más mínimo detalle» de la Biblia [NOTA: Mt. 5:18.]. No podemos limitar la inspiración divina a los conceptos que Dios puso en la mente de los autores humanos que hicieron su mejor esfuerzo para transmitir esas ideas en palabras. Por el contrario, su revelación viene a nosotros en esas palabras exactas.

Cuando decimos plenaria, queremos decir que no hay partes de la Biblia que no creamos, que no nos gusten, que no enseñemos, que no prediquemos o que no obedezcamos. No podemos ser como Thomas Jefferson, que descaradamente se sentó en la Casa Blanca con una navaja en una mano y una Biblia en la otra para cortar las porciones que rechazaba, anteponiendo su propia autoridad a la autoridad del Señor. Tampoco podemos ser como aquellos que son más sutiles que Jefferson e ignorar simplemente partes de la Biblia como primitivas, desacatarlas como obsoletas o tratar de explicarlas mediante el razonamiento humano. Pablo nos muestra cuál es la actitud apropiada hacia la Escritura en 2 Timoteo 3:16-17:

Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para enseñarnos lo que es verdad y para hacernos ver lo que está mal en nuestra vida. Nos corrige cuando estamos equivocados y nos enseña a hacer lo correcto. Dios la usa para preparar y capacitar a su pueblo para que haga toda buena obra.

Las palabras mismas de la Escritura son revelación milagrosa. Cada parte de la Escritura es la Palabra de Dios a nosotros, el producto de su respiración creativa, tal como el mundo, los humanos y sus apóstoles fueron [NOTA: Sa. 33:6; Gn. 2:7, Jb 33:4; Jn. 20:22.]. Es de ayuda porque es la voz de nuestro Dios que nos ama, nos cuida, nos habla, nos conseja, nos conforta, y nos confronta. Para recibir una palabra de Dios, solo tiene que abrir la Palabra de Dios.

Pedro hace eco de las palabras de Pablo en 2 Pedro 1:19-21:

Debido a esa experiencia, ahora confiamos aún más en el mensaje que proclamaron los profetas. Ustedes deben prestar mucha atención a lo que ellos escribieron, porque sus palabras son como una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que el Día amanezca y Cristo, la Estrella de la Mañana, brille en el corazón de ustedes. Sobre todo, tienen que entender que ninguna profecía de la Escritura jamás surgió de la comprensión personal de los profetas ni por iniciativa humana. Al contrario, fue el Espíritu Santo quien impulsó a los profetas y ellos hablaron de parte de Dios.

Pedro nos dice que la Biblia no es fantasía, como un cuento de hadas. Por el contrario, los autores fueron inspirados por el Espíritu Santo, así como un barco es llevado por la brisa que impulsa sus velas. Debido a que las Escrituras provienen de Dios, hablan de cosas que ningún ser humano podría saber y lo hace a la perfección. Por ejemplo, los escritores del Antiguo Testamento no podrían haber inventado detalles profetizados como un nacimiento virginal en el pequeño pueblo de Belén [NOTA: Is. 7:14, Mc. 5:2.]. Si Dios no los hubiera movido, ellos no hubieran podido visto el futuro con tanto detalle. Debido a que sólo Dios es soberano y conoce todo sobre el futuro, reveló exactamente lo que iba a suceder.

Los autores típicos sabían que estaban escribiendo la Sagrada Escritura. Pablo les dije a los Corintios en 1 Corintios 14:37: «Lo que digo es un mandato del Señor mismo». Él tuvo el coraje de darles un mandamiento de Jesús y luego de poner su propio mandamiento justo al lado, como si tuviera la misma autoridad [NOTA: 1 Cr. 7:10, 12.]. Pablo cita el Antiguo Testamento como la Sagrada Escritura: «Pues la Escritura dice: No le pongas bozal al buey para impedirle que coma mientras trilla el grano», y luego cita a Lucas diciendo: «Todo el que trabaja merece recibir su salario» [NOTA: 1 Tm. 5:18.]. Pedro también compara las cartas de Pablo con «las otras Escrituras» [NOTA: 2 Pd. 3:15–16.].

En conjunto, las Escrituras manifiestan afirmaciones increíbles de la verdad. Las Escrituras son:

  • dadas por inspiración de Dios;
  • las palabras mismas de Dios;
  • todo lo que necesitamos para conocer a Dios;
  • una guía perfecta para la vida;
  • puras;
  • verdaderas;
  • dignas de confianza;
  • perfectas;
  • eficaces;
  • poderosas;
  • no se les debe quitar ni añadir;
  • para todo el mundo;
  • la norma por la cual toda enseñanza debe ser evaluada;
  • para ser obedecidas.

Hablando poéticamente, las Escrituras también dicen ser:

  • dulces como la miel;
  • una lámpara para guiar nuestra vida;
  • alimento para nuestra alma;
  • un fuego que purifica y un martillo que nos quebranta;
  • una espada;
  • una semilla plantada en nosotros para salvación;
  • leche que nos alimenta.

[NOTA: 2 Tm. 3:16, 2 Pd. 1:19–21; 1 Tss. 2:13; Lc. 16:29, 31; Prv. 6:23; Sa. 12:6, 119:140; Sa. 119:160, Jn. 17:17; Prv. 30:5–6; Sa. 19:7; Is. 55:11; Heb. 4:12; Dt. 4:2, 12:32; Rm. 16:25–27; Hch. 17:11; St. 1:22; Sa. 19:10; Sa. 119:105; Jr. 15:16; Jr. 23:29; Ef. 6:17, Hb. 4:12.; St. 1:21;1 Pd. 2:2.]